COP28: Preservar el planeta, es decir, la vida

Dubái- «Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre». Con estas palabras, el líder histórico de la Revolución Cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, estremecía al mundo el 12 de junio de 1992.

El escenario era la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, Brasil, y en la que decenas de dignatarios y líderes mundiales se dieron cita, en un esfuerzo por revitalizar decisiones adoptadas 20 años antes en Estocolmo, Suecia.

Sin rodeos ni eufemismos, Fidel denunció la magnitud de la catástrofe que amenazaba la existencia misma de la vida. La solución, afirmó, está en el establecimiento de un orden económico mundial justo y equitativo: «Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre».

Sin dudas, el acontecimiento más importante de la cita en Brasil fue la apertura para la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que pretendía establecer las pautas a seguir en el combate frente a la emergencia medioambiental.

Los países signatarios iniciaron en 1995 las llamadas Conferencias de las Partes, conocidas también como COP por sus siglas, reuniones anuales para dar seguimiento a la acción climática a escala global.

Dos hitos marcan la historia de estos encuentros: En 1997, en la ciudad japonesa de Kyoto, se firmó el Protocolo con el que los países industrializados prometían reducir al menos un 5 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero, entre 2008 y 2012.  

El esfuerzo, sin embargo, se vio torpedeado por la negativa de Estados Unidos a ratificar el documento y la reticencia de la Unión Europea a cumplir los parámetros establecidos en el texto.

El mayor éxito en estas reuniones se alcanzó 18 años después en París. No obstante, las tendencias actuales indican que la probabilidad de alcanzar los propósitos pactados en la capital francesa es todavía remota.

Treinta y un años después de la Cumbre de Río, el negativo impacto de las acciones humanas sobre el medio ambiente es cada vez más evidente y devastador.

Foto: Alejandro Azcuy

La urgencia de acciones concretas y efectivas para revertir el actual escenario fue ratificada en septiembre pasado por el mandatario cubano, y presidente pro témpore del Grupo de los 77 y China, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, durante la Cumbre sobre Ambición Climática realizada en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York.

«Las alarmas de la emergencia climática están activadas hace décadas. El tiempo se acaba, cada vez más velozmente, con cada día que transcurre sin una acción efectiva en el enfrentamiento al Cambio Climático.  Unámonos en la acción por un objetivo superior: preservar el planeta, es decir, la vida.  Si fracasamos, las futuras generaciones no tendrán siquiera la posibilidad de perdonarnos», reflexionó el Jefe de Estado.

Por estos días, miles de personalidades, expertos y negociadores se reúnen en la deslumbrante ciudad de Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos, para participar en la COP 28, que se prevé sea el mayor de los encuentros celebrados hasta la fecha.

Por vez primera desde que se firmara el Acuerdo de París en 2015, los países harán un balance de lo logrado en el enfrentamiento al cambio climático y abordarán temas cruciales como la financiación de este combate, imprescindible para el mundo subdesarrollado.

En el contexto de la Cumbre, Cuba convocó a una reunión del Grupo de los 77 y China como espacio para la reflexión y la coordinación en temas prioritarios para el Sur.

Para los países en desarrollo, el enfrentamiento al cambio climático constituye un gran desafío. Al Sur no se le puede obligar a escoger entre el desarrollo y la acción climática. Ambos factores se encuentran indisolublemente ligados.

Urge que los países desarrollados asuman con rigor el liderazgo que les corresponde, y aumenten su contribución a los niveles que exigen las circunstancias actuales y su responsabilidad histórica, así como que apoyen la acción climática en las naciones del Sur con un espíritu de cooperación y confianza.

Seguramente, serán intensos debates que nuevamente pondrán a prueba la voluntad de la comunidad internacional para intentar detener el camino hacia la autodestrucción. Aquí estarán presentes con total vigencia, las palabras de Fidel, proclamadas hace 31 años en Río de Janeiro: «Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo».

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