Juneteenth y los rezagos todavía vivos de la esclavitud en EEUU

Washington- Juneteenth, el feriado federal para conmemorar el fin de la esclavitud en Texas tras la Guerra Civil (1861-1865), se celebra hoy en Estados Unidos mientras tienen lugar prácticas que, lejos de eliminar el racismo, lo agravan.

La efeméride, conocida popularmente como segundo Día de la Independencia, sirve además para reconocer las contribuciones de la cultura africana a la conformación de la identidad nacional.

Sin embargo, los titulares de los medios de prensa recuerdan a diario las deudas aún pendientes de saldar con la comunidad afroestadounidense y las alertas sobre las manifestaciones de un racismo creciente se intensifican.

Ahora, a la violencia policial y a la desigualdad en el acceso a las oportunidades en los ámbitos de la salud y la educación, se arremete además contra la enseñanza que ilustra los desmanes cometidos hacia las personas negras y también contra el arte hecho por ellos.

La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color de Estados Unidos (Naacp por sus siglas en inglés), por ejemplo, emitió recientemente un aviso de viaje donde asegura que la administración de Florida promueve el racismo.

El pronunciamiento difundido por esa organización señaló que ese estado de la Unión “es abiertamente hostil hacia los afroamericanos”, al asegurar que “el territorio devalúa y margina las contribuciones y los desafíos que enfrentan los afroestadounidenses y otras comunidades de color”.

El señalamiento se debió, en parte, a que bajo la administración del gobernador Ron DeSantis, resultó bloqueado un curso de Colocación Avanzada en Estudios Afroamericanos para que no se ofreciera en las escuelas secundarias de esa región.

Según apuntó el presidente y director ejecutivo de la Naacp, Derrick Johnson, “no enseñar una representación precisa de los horrores y las desigualdades que los estadounidenses negros han enfrentado y continúan enfrentando es un perjuicio para los estudiantes y una negligencia en el cumplimiento del deber para todos”.

El programa de estudios revisado eliminó los nombres de varios autores negros identificados como problemáticos por los funcionarios de Florida y eliminó una sección sobre el Movimiento por las Vidas Negras.

Por solo citar dos ejemplos, la creciente censura de literatura que ilustra el racismo sistémico de la nación ha llevado a vetar, en distintos distritos escolares y bibliotecas de Estados Unidos, obras consideradas de gran valor de las escritoras Angie Thomas y Toni Morrison.

El libro El ojo más azul de esta última autora, de acuerdo con un recuento del periódico Los Angeles Times, ostenta ya más de 30 prohibiciones y 73 desafíos que cuestionan la pertinencia de su contenido.

La novela, publicada por primera vez en 1970, narra la historia de una niña negra que creció durante la Gran Depresión y, a juicio de entendidos, constituye una meditación sobre la naturaleza opresiva de la concepción de la belleza centrada en los blancos.

De la fiebre por retirar de las estanterías volúmenes que describen verdades incómodas no se escapa tampoco Angie Thomas.

Acorde con la misma fuente, uno de los 15 libros más prohibidos en las escuelas este año es también El odio que das, que versa sobre una adolescente que es testigo de cómo un oficial de policía mata a su mejor amigo de la infancia.

Si bien la celebración de Juneteenth ha ayudado a generar conciencia sobre los problemas actuales que enfrenta la comunidad afroamericana, cuestiones tan básicas como la difusión de las obras que exponen su historia están hoy seriamente amenazadas.

Esto, sumado a otras cuestiones, quizás podría estar contribuyendo a que la mayoría de los estadounidenses negros estimen que el racismo en el país empeorará durante su vida.

Según un sondeo de Washington Post-Ipsos, el 51 por ciento de los encuestados afrodescendientes espera que las manifestaciones discriminatorias por el color de la piel solo se entronicen.

Asimismo, casi el 70 por ciento de ellos dijeron que ahora es un momento más peligroso para ser un adolescente que cuando ellos mismos lo eran, incluido casi el 80 por ciento de los que tienen entre 50 y 65 años o más.

(Fuente: Prensa Latina)

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