La escalinata, lugar representativo de la capital

La primera vez que  subí la escalinata de la Universidad de La Habana acababa de cumplir los 20 años de edad e iniciaba los estudios  superiores; a partir de entonces nunca dejé de sentir el hechizo de un lugar que resulta de especial interés para quienes lo conocen.

Momentos inolvidables aquellos de estudiante que imaginaba épocas lejanas cuando otros como yo sentían orgullo al conquistar su sueño de estudiar en un sitio lleno de historia y patriotismo: un lugar que trasciende en el tiempo.

  Espaciosa y gallarda se ve flanqueada por los vetustos edificios de las antiguas facultades de Farmacia y de Ciencias Comerciales, en cuyas paredes exteriores aún pueden leerse las inscripciones en latín Tibi Gratia: gracias a ti, y Hoceratin  Votis: estos eran tus deseos, con que sus constructores la honraron.

Más adelante y ya coronando la cima, frente al grecolatino frontispicio del rectorado, la estatua del Alma Mater testigo presencial de más de una demostración  de combativa audacia revolucionaria, que acoge de forma perenne a los educandos.

Ceñida por dos artísticas escaleras y formando un imponente conjunto, muy a tono con la idea de sus constructores imbuidos de un neoclásico gusto por el  Ágora Ateniense,  o el Foro Romano, se alzan los 88 escalones, que conducen a lo más alto del saber humano.

Desde hace algunos años  acoge también a los adultos mayores, entre éstos  algunos que retornan a ésta después de largos años de ausencia, y  otros que alguna vez desearon ser sus alumnos.

Se considera un lugar especial de La Habana porque atesora parte de la historia de la Patria;  en 1953 la generación del centenario protagonizó por primera vez la marcha de las antorchas en la que quedó demostrada la valentía de los estudiantes; después del triunfo de la Revolución y hasta la fecha,  generaciones de universitarios repitieron el suceso la víspera del 28 de enero: baja la escalinata la multitud hasta llegar por la calle San Lázaro a la Fragua Martiana para homenajear al  Apóstol de la independencia de Cuba en su natalicio.

Emociona ver cada inicio de curso escolar a decenas de jóvenes que conformar el nuevo ingreso de los cursos diurnos subirla con felicidad y realización personal, luego de largos años de desvelos y estudios que lograron la magia de convertirse  en estudiantes de la Universidad de La Habana.

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