A partir de los años 40 del pasado siglo, la prensa especializada en temas de radio, ayudó a fabricar estrellas.
Se podía llegar a ser un artista estrella a través de una vía de menos sacrificio. Comenzaron a aparecer fotos en colores en las portadas de las revistas.
Cantantes y galanes, con los ojos entornados y una ancha sonrisa de nácar; actores que lucían sus anchas espaldas y pronunciados bíceps.
Estos detalles y una buena colección de noticias de diciendo que todas las mujeres se morían por ellos, era suficiente para elevar a la categoría de “famoso primer actor” a cualquier mediocre con escasa experiencia profesional.
Si se trataba de una mujer, era más mucho mejor llenar las publicaciones con sus fotografías, luciendo la menor cantidad de ropa que fuera posible.
Esta moda, que se inició en la época radial, llegó a los extremos cuando surgieron las modelos de televisión.
Empezaron a publicarse fotos en traje de baño; después en short, hasta llegar al bikini.
Cuando ya esta rutina no asombraba a nadie, se recurrió a las fotografías interiores. Entonces comenzaron las fotos con prendas íntimas, mucho más provocativas que aparecer con traje de baño sobre todo si las fotografías eran tomadas desde los ángulos más provocativos y en las posiciones menos pudorosas que puede adoptar una mujer.
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