El mundo hay que estudiarlo

La insularidad de Cuba sin dudas aporta un componente importante a nuestra nacionalidad. Es un rasgo que podría parecer que nos aparta del resto del mundo, pero quizás en el fondo es el que nos motiva a vincularnos con él de una forma creativa y sistemática.

Vivir en la Cuba actual, con nuestras limitaciones y resultados, requiere más que nunca ese conocimiento de los fenómenos globales que acontecen fuera de nuestras fronteras e impactan en nuestra realidad, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

Nos pasa ahora mismo con fenómenos geopolíticos tan complejos como el genocidio israelí contra Palestina, o la guerra en Ucrania, por poner solo dos ejemplos muy mediáticos, aunque no sean los únicos que acontecen.

Por tal motivo, para desentrañar la complejidad de esta época cada vez resulta más imprescindible una mirada escrutadora, nada complaciente y que profundice e intente llegar a las raíces o causas de los problemas.

Para conseguirlo no es posible andar por la existencia como simples espectadores de los cambios que acontecen, ni dejarnos encandilar por los reflejos o ensordecer por los ecos que nos llegan por múltiples vías.

Y es un poco fuerte quizás que lo diga un periodista, pero es preciso hacerlo: para entender este mundo nuestro no basta con la imagen fragmentada y caótica, sobreabundante y la vez ligerísima, que nos llega a través de los medios de comunicación masiva.

No quiere decir esto que tales medios no sean esenciales para formarnos una opinión sobre acontecimientos y sucesos que acontecen lejos de nosotros, o para hilvanar los contextos que acompañan a cada circunstancia.

Pero hace falta estudiar. Hay que aprender, entre aciertos y yerros, a desentrañar lo que no aparece en la superficie. Lo que nos quieren ocultar sobre los verdaderos mecanismos económicos y políticos que rigen el aparentemente desordenado y espontáneo ordenamiento mundial, valga la redundancia.

Para conseguirlo, es preciso que formarnos mejor en el ejercicio de una ciudadanía crítica. Esto no es andar de francotirador por cada esquina, a la caza de las muchísimas imperfecciones de cualquier país, incluyendo, por supuesto, al nuestro.

Tenemos que intentar correlacionar, ampliar nuestras vías de acceso a la información, no reaccionar pasivamente ante las fórmulas y soluciones que nos quieren vender como infalibles, inamovibles, universales.

La capacidad de avanzar de la humanidad, y dentro de ella, de la nación cubana, dependerá de la concertación con que logremos pensar y actuar sin ingenuidades ni facilismos.

Nadie podría decir ni aspirar que fuera fácil conseguir no solo la comprensión cabal de la condición humana y el desarrollo social, sino su avance sostenido en estos difíciles tiempos que nos tocó vivir, y también para el futuro.

Lo que sí parece ser innegable es la urgencia de estudiar, cada día más, sin ceder ante los cantos de sirena, ni a las mentiras disfrazadas de objetividad, para así no perder nunca la fe en el mejoramiento humano, en la medida que intentamos siempre conocer mejor el mundo en que vivimos.

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