Inculcar en los niños sentimientos nobles

Cierto es que no podemos esperar que nuestros hijos sean bondadosos si los padres no les damos muestras de esa cualidad en el quehacer diario. El ejemplo en este caso es esencial para tener resultados.

La bondad es una virtud que se puede incentivar desde las primeras edades. Según  afirman los especialistas en formación en valores, en el empeño los padres tienen un papel protagónico, ya que están junto al niño desde que  nace, y son  quienes dirigen su educación.

También en el círculo infantil y en el grado preescolar en las escuelas primarias corresponde a las educadoras influir en que los niños sean piadosos con otros que necesitan ayuda en algún momento, además de ser compartidores y solidarios con el resto de los niños.

Para lograr los efectos esperados la educadora de la institución docente, la mamá o el papá en la casa,  o la persona que permanece más tiempo con los pequeños, deberán de estar atentos y sin distracciones, a la actitud  que asumen los pequeños ante una situación  determinada.

En esas edades los niños son sinceros, amables, dicen lo que piensan y preguntan con mucha frecuencia. Prácticamente les interesa todo lo que les rodea: fauna y flora y personas. Por ser tan espontáneos,  el educador puede aprovechar un gran número de momentos para influir de manera positiva en su formación.

Se trata de situaciones que se presentan  de forma imprevista como pueden ser: un anciano que lleva una jaba pesada, y se  le hace notar al niño que se debe de acudir en su ayuda, un invidente a quien guiar para que no corra peligro, un animal abandonado que requiere de inmediato un apoyo como es  ponerle agua y algún alimento, así como, compartir la merienda con un compañero en la escuela.

 Pueden  presentarse  decenas de contextos en los que podemos enseñar al niño cómo ser bondadoso.

 Para lograr lo anterior, lo primero que debe de pasar es que el educador sienta la necesidad también de ser bueno; que sea sensible ante esas situaciones particulares para educar positivamente al menor, ya que si  la persona mayor que está junto al niño no es tierno y humano, no se producirá un efecto positivo en el pequeño.

Con frecuencia vemos en la comunidad a niños de la  escuela primaria cazando lagartijas  e inclusive operándolas, de forma imaginaria, indiferentes a si el animalito siente dolor o muere. ¿Por qué sucede esto si en la escuela le dan asignaturas en las que les dicen la importancia de cuidar la naturaleza y el medio ambiente?

Lo que sucede en realidad es que el educador que está a su lado  no le explica con claridad el porqué se deben de cuidar con amor las plantas y los animales, ni conversa con los pequeños sobre la importancia de proteger las lagartijas, y explicarles que no se debe destruir su belleza y los contrastes de sus colores, así como,  las mariposas, aves y otros animales que abundan en la comunidad donde residen, y que constituyen tesoros que enriquecen el espíritu de las gentes. Lo cierto es que no es posible transmitir un valor que no se tiene.

Lo anterior demuestra que la educación de los niños abarca un abanico de aspectos y por lo tanto, en ese sentido la preparación de los padres u otros familiares, docentes, especialistas y otros trabajadores de la educación, debe de ser constante y cada día mayor, sólo con intencionalidad y dándole la prioridad que tiene, se logran resultados en la educación integral de nuestros niños que incluye ser bondadosos.

Eso redundará  en que al crecer serán adultos calificados y solidarios.

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